Después de tantos meses planeando su fuga, Marina sabía exactamente a qué hora se alzaba la luna sobre el cielo negro que rodeaba la ciudad de Santiago. Esperaba con una paciencia admirable a que sus padres se durmieran para salir de la cama y ponerse la ropa que había preparado con tanto esmero para la noche con la que había soñado toda su vida. Nada podía salir mal: cenaban a las siete en punto, también su perro, Baloo(1), que se acercaba esperanzado a la mesa por si algún alimento caía al suelo. Pero la idea de salir no era totalmente segura hasta que su padre apagaba la televisión después de haber visto algún discurso del Candidato(2).
En la otra parte de la ciudad, la más humilde, se encontraba Daniel, un joven de la calle cuyo mayor deseo era marcharse de casa para alejarse de su padre, el cual, cada noche aparecía con una mujer distinta(3). Siempre había soñado con empezar una nueva vida y esa noche era su única oportunidad.
Cuando Marina llegó al límite del bosque no sabía con qué iba a encontrarse. Vaciló al ver que la oscuridad se apoderaba del lugar en el que debía reunirse con su amado. Se colocó la mochila en la espalda y comenzó a caminar entre los árboles con la ayuda de una linterna que le indicaba dónde colocar los pies en cada paso. Minutos después avistó una pequeña casa de madera que le hizo pensar que se había adentrado en el mismísimo Limbhad(4).
A las doce en punto, Daniel salía de casa recorriendo las desiertas calles de la ciudad. A toda prisa se dirigía al bosque, un lugar que sentía como su verdadero hogar. Cuando llegó, se cautivó una vez más de la belleza de los árboles(5). Tenían unas ramas fuertes y unas flores de colores muy intensos. Daniel se comunicaba con ellos. Los sentía como si fueran humanos, como si fueran familia(6). Muchas veces, se sentaba debajo de uno de ellos y le contaba todo lo que le hacía sentir triste(7). Parecía que después de que lo escucharan se encontraba mucho mejor.
—Deberías ver estos lugares. Quiero decir que hay todo un mundo fuera de los libros y los mapas.
Marina se sobresaltó al escuchar de repente una voz a su espalda.
—Menudo susto me has dado —dijo Marina mientras se colocaba la mano en el pecho, en un gesto de alivio. Se acercó hasta Daniel para cogerle de la mano—. Ya estamos aquí, ¿ahora qué?
(1) Kipling, R (1984). El libro de la selva
(2) Allende, I (1982). La casa de los espíritus
(3) Desconocido (S. IX). Las mil y una noches
(4) Gallego, L (2004). Memorias de Idhún
(5) Leyenda africana: Baobad
(6) Leyenda japonesa: Sakura
(7) Gallego, L (2011). Donde los árboles cantan
(8) Braswell, L (2019). Aladdín
¡Qué bonito, chicas! Enhorabuena :)
ResponderEliminar¡Qué bonito, chicas! Enhorabuena :)
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